En la mitología griega Eglé era
una ninfa a quien el sol hizo madre de las Gracias, portadoras de todas las
virtudes universales y Sileno era el sirviente, compañero y tutor amado del Dios Baco
Eglé era una ninfa (La más
hermosa de las náyades) que habiéndolo encontrado a Sileno ébrio y dormido, se
acompañó con los sátiros Chromis y Mansillo. Se empeñan en atarlo con
guirnaldas y Eglé les proporciona su ayuda. Al punto, Sileno despierta y pide a
los jóvenes que le liberen de sus ataduras y Eglé le embadurno el rostro, la
frente y las sienes con el zumo de moras como parte de la travesura; como
rescate Sileno les ofrecerá un canto, un carmen, al tiempo que otra recompensa
es prometida a Eglé. Sileno se pone pues a cantar, y los faunos y animales
salvajes, a bailar en cadencia. Dicho canto es, en realidad, una revelación de
la Gran Obra o “metamorfosis”, tal como se la llamaba entonces.
Esta historia esta narrada
en la Obra “Bucólicas” de Virgilio; égloga 6, siendo su extensión de 86 versos
“Piérides [Musas], seguid.
Los zagales Cromis y
Mnásilo vieron a Sileno en su gruta, echado por
tierra, durmiendo, con las venas henchidas -así
siempre- con el Baco de ayer; / sólo que por tierra de la
cabeza las guirnaldas le habían
caído y lejos yacían, y
el jarro, pesado, colgaba del asa por tanto roce gastada.
Se dejan caer sobre él y como más de una vez el
viejo a los dos había engañado cuando esperaban
oírle cantar, con esas mismas guirnaldas lo atan. Se
les junta aliada con ellos y, asustados como están, les
ayuda Egle, / Egle bella entre las náyades bellas, y
cuando él tenía ya los ojos
abiertos, le pinta ella la
frente y las sienes con moras como la sangre rojas. Le
da risa a él el engaño y "¿A qué sujetar aún con un
nudo estos lazos? " -les dice- "soltadme, zagales,
basta, ya se ha visto que podíais hacerlo; escuchad
cantos, como queréis, tened cantos / en recompensa
vosotros, que ella otra paga
recibirá ". Al punto
empieza a cantar
Habrías visto entonces a faunos y fieras bailar a
compás y mover las copas recias encinas. Que no
goza tanto con Febo el abrupto Parnaso ni tanto admira
el [monte] Rodope y el Ismaro a Orfeo [el poeta]. /”
[Virgilio VI, 13-30]
Fuentes
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